Día 01 y 02 – Manila
Empieza. El vértigo llegó a mí esta vez con más fuerza que nunca.
Me subo a mi primer avión (de 11) en el primer día (de 29) aún asfixiada por la presión. Presión por lo que dejo atrás y por lo que está por venir. Presión de tener un blog e igual no tener nada que contar y presión de venir tan lejos y que quizás no signifique nada.
… o sí…
Aterrizo en Manila tras demasiadas horas de vuelo y la llegada es complicada. Con mi mente al 40% me enfrento a trámites para recuperar mi mochila perdida y lucho por no caer en trampas de taxistas en un país que visito por primera vez.
Anulada me rindo en el hostel, me recluyo entre cuatro paredes mientras este sitio rebosa vida, una vida que es imposible afrontar con mi media humanidad.
Me quedo a dormir dándome por vencida pero sabiendo y autoconvenciéndome de que sí: conquistaré Filipinas!
Aunque no lo crea, aunque no sepa ni por dónde empezar…
… o sí…
Me despiertan los gallos, montones de gallos de no sé qué parte de la ciudad anuncian que ya es de día. Pongo un pie fuera y encuentro el contraste de Asia y América, gente viviendo en la calle al lado de rascacielos, Mcdonalds y 7eleven; y carreteras invadidas por triciclos de colores y jeepneis americanos.
Voy a donde se supone que tengo que ir pero paso de largo. No me atrapa ni el paseo marítimo, ni Intramuros, quizás un poco Chinatown. Igual el ir contra reloj y tener tan poco tiempo para ver Manila hace que camine y camine y camine… hacia ningún sitio… y acabo yendo más al norte, tras descifrar el metro, para llegar al cementerio chino de Manila.
Es una pequeña ciudad de grandes casas donde dentro viven los muertos de familias pudientes, pero que con el tiempo, o la falta del mismo, están totalmente descuidado en una decadencia triste.
Sus calles, vacías, se interrumpen con la presencia de perros, gatos y extraños humanos que salen del interior de sus tumbas. Encuentran en la casa de un muerto su propio hogar.
Es demasiado extraño para seguir sola en ese lugar y vuelvo al hostel pero no para descansar. Me marcho, como si de una escala se tratase recojo mi mochila y marcho en la noche de esa Manila extraña, deseando llegar por fin a mi destino.
La conquista está lejos pero sí siento que vencí la primera batalla.
SARA HORTA. Manila, 03-02-2017