Día 02 – Dar es Salaam
Aprendiendo qué hacer, qué no hacer, como moverme, el precio de las cosas, mejorando el regateo y ver las tripas de la ciudad.
Tuve miedo desde que compré el billete. No a lo que nos encontraríamos al llegar, sino miedo de ir acompañada. Así de irreal, así de incomprensible. Conozco a Jairo desde hace años, y desde hace 7 es la persona con la que más tiempo y vida comparto. Tenemos mucho en común y funcionamos como equipo. El miedo se genera en mí, en como me comportaría. Amé de los otros viajes el estar tan desubicada, tan lejos y tan sola. Amé el escucharme y la adrenalina de valerme por mi misma; algo que sabía que no tendría al ir con alguien, un enlace que te devuelve a tu idioma, tu cultura, a tu vida en España.
Decir que está siendo increíble, estoy conociendo la otra cara de la moneda: el estar tan fuera de lugar, recolocada y vomitada en un punto lejano del mapa, pero sintiéndote a la vez respaldada y confiada hasta el punto de subir una marcha. Me atrevo a intentar conseguir más de la gente, retarlos, invitarlos y regatear más en serio; nos repartimos abordajes y no siento la necesidad de escribir, pues comparto con él sentimientos en cuanto salen, sin necesidad de boli y papel.
Los suelto, al aire.
Aunque me forzaré por aprisionar uno o dos al día que me queden de recuerdo en estas líneas.
Enfrente mientras escribo están Jairo y Matt en el Safari inn, a nuestro alrededor rostros familiares y el bolso con costuras reforzadas está lleno de plátanos preparado para el viaje de mañana, muy temprano a nuestra siguiente fase.
Empiezo a hablar en plural, me acostumbro rápido y me encanta
SARA HORTA. Dar es Salaam, 4-05-16