Día 16 y 17 – Varkala beach
Desde que llegué a Varkala me debo a la nada.
Llego aquí de noche, una noche muy oscura donde apenas un par de farolas y caminos de tierra muy estrechos me impiden orientarme. No sé dónde está el mar, pero lo escucho rugir, feroz, no muy lejos de mi hostal.
Quedo a cenar con Mandine, callejeamos con la linterna del móvil, vemos el mar en penumbra bajo unos acantilados, nos perdemos y de casualidad llegamos a una guesthouse: On my way. Al momento, Mandine dice: tengo que venir a dormir aquí.
Al día siguiente pasa como si nada: comprando cosas, conversaciones con taxistas, conocer gente, estar sola, escribir, el mar.
Cae la tarde y pienso: hoy no hice nada interesante…
Y de forma casi instantánea emerge de mi subconsciente una tan repetida frase por una de mis mejores amigas: enjoy the little things, y lo veo: compartí desayuno con un australiano apasionado de su trabajo, me vi en el suelo en la tienda de Sandisha, descalza regateando con Babú mientras me invita a té; disfruté de perros, de cuervos, de bailar en la ducha y del clima triste pero cálido.
Estos dos días se irán así, con las pequeñas cosas, sin planear, sin reloj y sin expectativas.
Y de nuevo, cuando creo: ocurre la magia. Quedo con Mandine en On my way, una pequeña casa con un porche exterior donde se forma el ojo de una espiral. Conozco a Mari, la dueña bilbaína de la guesthouse que me acoge como una amiga. Encuentro de nuevo a Paula y Phillipe a quienes conocí en Alleppey. Cinco desconocidos reunidos a la luz de las velas, rodeados de perros y gatos; hablamos, creamos equipo, salimos a cenar y empieza a crecer la espiral haciéndose imparable: tatuajes de henna, conocer a Manuel, momos de queso; mandalas en el suelo, desayunos, comidas y cenas; conocer a Vanesa, conversaciones de numerología, muertos e inmigración; se va la luz por la tormenta, cerrar locales, caminar sola por la noche,…
Solo eso, la nada que lo es todo.
Veo ya la luz al final del viaje. Intuyo qué es lo que vine a aprender aquí.
Así como Brasil apareció a medio camino para resaltar fortalezas en un momento que necesitaba más confianza, India viene a decirme: muy bien, ya estás en tu camino, ahora mírate, conócete y mejórate. Me señala errores, defectos y debilidades que siempre tuve y había olvidado. Están ahí y solo los mejoraré al mirarlos de frente, cogerlos de la mano y avanzar con ellos en un nuevo capítulo de mi vida.
Aflojaré poco a poco esa mano, hasta dejarlos caer en una lenta pero firme despedida.
SARA HORTA. Varkala, 3-12-2015