Día 6: Sentani
Sentani para mí significaba dos cosas: por una parte lo triste al ser la puerta de salida de una tierra que desde ya, sé que será lo mejor que vea en este país. Por cómo soy, por cómo siento.
Y por otra siento la euforia de librarme al fin de las cadenas.
No suelo estar cómoda en tours pero en determinadas ocasiones (por pura supervivencia) no tengo más remedio. Si el grupo no existe, y ese guía es sólo para mí, es un agobio constante. Tanta atención, el no poder abstraerte, el tener que estar siempre pendiente el uno del otro. Agotador.
Así que esa noche en Wamena, previa a mi salida de las montañas, sería nuestra despedida. Bob se irá en un vuelo antes que el mío por lo que una vez me deja en el hotel, nos despedimos.
Me sorprende que tras la cena aparezca de nuevo para hablar un rato, aunque a mi juicio vino a demandar una propina merecida que no pagué (por tener mis propios motivos). Nos volvemos a despedir. Al día siguiente coincidimos en el aeropuerto… y el despedirnos de nuevo empieza a irritarme.
Cuando mi avión despega de Wamena, siento que soy libre al fin. Pero nada más aterrizar, despierta ese genio que llevo dormido cuando al conectar la señal recibo un mensaje de Bob: “Te espero en la cafetería, saliendo de la zona de llegadas a mano izquierda.”
No puedo más y aunque pueda parecer irracional, enfurezco. Se ofrece a llevarme al hotel en coche pero todavía no sé a qué hotel me interesa ir. Después de 5 días desconectada quería tener un tiempo para valorar mis opciones, descomprimir, recalcular ruta. Y Bob, con ese ofrecimiento tan amable, me está obligando a decidir inmediatamente, cuando no tengo por qué hacerlo.
Pero la rendición llega y acabo antes subiendo a ese coche que intentar explicar en inglés el por qué me siento como me siento; que sin explicación sencilla, sí tiene para mí todo el sentido.
Subo al coche que me deja en el hotel pero no hago el checkin. Agradezco que me trajera al hotel, pero voy a tomarme primero un café y cuando esté segura, daré los siguientes pasos.
Deseo no, NECESITO liberarme, obtener mi independencia, cometer mis propios errores y que no pongan sobre mí tanta atención. Quisiera poder ser invisible, aunque fuesen unos pocos minutos.
Así que marco distancia (quizás con demasiada rudeza) y Bob entiende que debo seguir mi propio camino.
Porque esa despedida sí fué la última.
Llego a Sentani para ver cómo se reconstruye del desastre en esa urbe que no se sorprende al ver piel blanca. Y a pesar de lo amargo, supone para mí un respiro en el agotamiento, una calma en el ruído. Es frenética, impersonal, y aunque aparentemente no tenga nada que ofrecer, me dio aire cuando eso era lo único que necesitaba. Después de haber aguantado la respiración durante tantos días.
Oxigenada y libre, me despido de Papúa en el Lago Sentani. Con viento intenso, una lluvia que amenaza, un arcoíris constante a mis espaldas y una puesta de sol increíble; siento que me bendice esta parte del planeta, y ambos nos decimos en esa melancolía: hasta otra.
Y ojalá sea pronto.
Pero empaco mis cosas y me voy a otras zonas de Indonesia. Voy buscando otros lugares remotos, pero nada será como Papúa, nunca estaré tan escondida como en esa cocina de las montañas.
Creo que podría empatizar con el movimiento Free Papúa (tras un juicio demasiado ligero). Hablo de que los orígenes de Papúa son de África, y no de Asia con todo el choque que ello conlleva, no identificándose los unos con los otros. Al margen de que económica y políticamente interese que pertenezca o salga del país, hablo de que por ejemplo la base de la economía y gastronomía de la gente en las montañas es el cerdo, cuando el resto de Indonesia es mayoritariamente musulmán.
Esa clase de distancia.
Por lo que entiendo que haya quien se sienta (y con razón) asfixiado y desplazado.
Pero también sé que es muy fácil pretender ser militante en la distancia, otra cosa es serlo desde aquí. Aprendí mucho de represiones, de incomprensión, de no sentirse representados y también sobre pérdidas irrecuperables.
Aprendí sobre el equilibrio complicado entre tradición y progreso, de la influencia que pueden tener las misiones en la propia identidad cultural y en las diferentes formas de librar una misma batalla. Pero sobre todo mucho, muchísimo, sobre los Dani.
Papúa me ha tocado muy dentro en sólo 6 días por la forma de mantenerse intacta entre dos países que se disputan su hermandad, o quizás su posesión. Papúa Occidental, como demandan los grupos, es libre. Aunque pertenezca a uno u otro gobierno, siempre tendrá esa fuerza primaria, esa naturaleza indomable que me seduce y que ha hecho que todo, absolutamente todo haya valido la pena.
Y en ese atardecer me enamoro de Papúa, de este Hawai africano perdido en Asia, de este lugar extremo lleno de gente amable e intensa.
Me sobrecoge su grandeza, su virginidad, su claro concepto de lo humilde y suficiente.
Y siento al irme esa sensación eufórica…
de haber sobrevivido a un sueño.
(Exhalar melancolía escuchando en bucle: https://m.youtube.com/watch?v=qYKnlg5hQOo)
Escrito en Kadidiri el 17–05-19
Sobre experiencia en Sentai el 11-05-19