Lichter Film Festival – Frankfurt, Alemania
Si tuviera que definir Frankfurt sería esta foto.
Hacía poco calor para las tantas ganas que tenía de verano, pero sí olía a primavera, y ese fin de semana, quienes estábamos allí, lo sabíamos.
Pude ir en camiseta y ser libre de abrigos y zapatos. Allá, más al norte, en el centro de Alemania, la gente salió a la calle a reclamar que la calle es suya. Emergieron amantes de picnics y amantes a secas. Me mezclé entre ellos recorriendo unos 37 kilómetros en las 37 horas que estuve allí, mientras esperaba mi maleta, mientras me hacía un hueco en un festival de cine que me arropaba.
Mientras ahogaba ese pánico y a la vez esa adicción a todo lo que es nuevo.
Y me dejé llevar, más de una vez sin rumbo, a esas fiestas en las salas, a correr, a tomar vino mientras ves una película, a nuevamente encajar en el medio del equipo de auxiliares y ayudantes.
Y en una ida y vuelta conocí un país y vi como las flores blancas (como los picnics y los amantes) emergen para recordarme que lo mejor está todavía por llegar.
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