Día 06 y 07 – Arusha y traslado a Dar es Salaam
Ayer fuimos de safari. Un safari de solo un día y a uno de los peores parques, el Arusha National Park. No vimos leones, leopardos ni elefantes; aún así quedará en mi memoria para siempre.
Todo el día subida al jeep, de pié asomada por el techo con los ojos muy abiertos abrumada por las vistas y cientos de animales. Pero lo que recordaré es la caminata a través del parque. No en todos los parques puede hacerse, pero sí aquí, y fue motivo suficiente para decidirnos.
A Jairo y a mí nos acompaña Niaulas, guía-guardia armado que sabe por dónde moverse, por dónde no, qué hacer, que no.
Lo primero que vimos fue una manada de búfalos, y al ser éstos tan agresivos y nosotros estar tan expuestos hace que el corazón comience a batir descontrolado en mi pecho.
Niaulas nos recomienda avanzar sin detenernos pues se dirigen a nuestra dirección. No vienen a por nosotros pero sí estamos en su trayectoria al río. Cada vez que Niaulas gira la cabeza para vigilar que todo está en orden solo miro para su mano, esperando que siga relajada sin tocar el arma.
Continuamos hacia una cascada y finalizamos junto a unas jirafas a 10 metros de nosotros comiendo con indiferencia. A un lado ellas, al otro los búfalos y en la distancia se despejan las nubes para ver el Kilimanjaro.
Me sentí tan vulnerable. Ni todas las balas de Niaulas podrían salvarnos si ellos quisieran acabar con nosotros. Pero no, esos enormes animales conviven con humanos curiosos que de vez en cuando se bajan del jeep para sentir en el terreno la grandeza, y es esa grandeza la que me hace vulnerable. Me sentí pequeña, ínfima, minúscula, insignificante. Me encanta esa sensación, de que nosotros, humanos, no podamos controlarlo todo y que a pesar de lo maravilloso de nuestra propia naturaleza no podamos eclipsar mucha otra grandeza que hay por el mundo.
Volvimos al hostel y preparamos la maleta, volvemos a Dar es Salaam, otro enlace en el camino. El trayecto se me hizo más duro esta vez. Mi mente dormida da vueltas una y otra vez.
En esta escapada vi una parte de la auténtica Tanzania. Vi jirafas y cebras salvajes, vi un águila sobrevolando el lago mientras remábamos, vimos un accidente, comimos cabra con los masai y una curandera me predijo el futuro. Vimos como un niño dominaba una vaca en la oscuridad con tan solo un gruñido, como la pequeña Nora dibujaba sin sentidos en mi libreta y como el padre nos invitaba a su casa a tomar te. Fuimos en dala-dala, aprendí alguna palabra masai, vestí con orgullo su ropa y acampamos en la más absoluta nada, escuchando el más absoluto todo.
Da igual, aunque no haga nada más en el viaje, no me importa, ya me siento bendecida por haber vivido esto.
Mañana iniciamos nueva fase.
SARA HORTA. 10-05-2016, Dar es Salaam
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