Hollywood, California 02

Día 7 – Hollywood

Sinceramente nunca había soñado venir a Hollywood. No estaba en mis planes. No sé si por falta de interés o si en realidad mi mente adulta y con falta de imaginación me empieza a jugar malas pasadas.

Llego a Hollywood con el equipo de rodaje con quien ya me siento tan cómoda, nos reímos de los mismos chistes y tenemos cosas en común. Uno de ellos, Jon, vive en Hollywood, trabaja en el cine y sé que no puede haber un anfitrión mejor para tomar contacto con esta parte de Los Angeles.

Jon nos llevó a su casa (su increíble casa) para acogernos y cuidarnos. A ella llegamos caminando por el paseo de la fama, el teatro Kodak (ahora Dolby Theatre) y el teatro Chino. Nos enseña con indiferencia todos los iconos, los enseña sin ganas como si fuese algo de lo que avergonzarse. Y en cierto modo los que viven el LA así lo sienten.

La gente tiene las expectativas altas sobre lo que es Hollywood, y al ver la realidad, lugar donde se respira un cierto aire de decadencia, aparecen las decepciones. Esas que siempre duelen.

Las estrellas del paseo no siguen un orden ni un patrón, ni siquiera están colocadas en la misma dirección. «Son un desastre, como todo LA», bromea Jon. Salpican las aceras casi por casualidad, pero están y existen. Me parece la forma perfecta de enmarcar esa avenida, haciendo tan fuerte el símbolo de la capital de una industria que fabrica sueños, y de la que en ocasiones me enorgullece decir que formo parte.

Esas estrellas son pisadas a diario por turistas, buscavidas y travestis. “Aquí hay mucho colgado” apunta Jon a quien no parece no importarle demasiado. Sé a qué se refiere. Lejos están sus calles de destilar glamour. Al estar cerca te das cuenta de lo efímero y falso que es todo. Como la naturaleza del propio cine. No puedo pensar en un homenaje mejor que ese bulevar abarrotado de una falsa realidad y auténtica decadencia.

Y por ello, me encanta.

La esencia de Hollywood es lo invisible, lo que no tiene luces y que Jon me enseña a ver. Estudios de cine que se camuflan y salpican toda la ciudad, camiones de rodaje que ya reconozco por las calles, gente con walkie talkies,… ellos son el pulso que sigue haciendo funcionar todo. Y no los neones o baldosas.

Jon, como director de fotografía que es, sabe cuándo enseñarte cada cosa para que la luz que le corresponda sea lo más hermosa posible. Así ocurre al final de la ruta, en el observatorio astronómico (sí, tiene gracia el destino) a la altura del letrero de Hollywood. A los pies, la ciudad y en las montañas, coyotes. Cae la luz mientras me abrigo del frío. Me arropan los amigos y observo esas letras como símbolo de mi profesión, mientras a mi espalda la sombra de un sueño que nunca se irá.

En ese matrimonio de caminos inicio mi transición. Me desvinculo del equipo. Empiezo sola otra vez en un autobús por la noche. Me despido en silencio de Hollywood, porque aunque volveré a LA no sé si vendré por estas calles. Tengo miedo de convivir demasiado en ellas y que el sueño se convierta en pesadilla.

Así que con respeto y prudencia me despido de otra vida y otra realidad. Entre el ramen, las cenas con amigos y el calor de una casa, abandono mi mochila llena de ropa de rodaje y trajes de baño. Queda ahí, a buen recaudo en una casa en Hollywood mientras sigo un camino diferente.

SARA HORTA. Santiago de Compostela, 10-12-17

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