La Jolla, California 01

Primeros seis días en La Jolla

Llevo tres días atascada sin saber qué empezar a escribir.

Quería hablar de los seis primeros días, lo que hice y cómo afronté el rodaje. Lo que vi y lo que conseguí. Hablar de los compañeros que me hicieron el trabajo tan fácil, de cómo conseguí escaparme del rodaje y hacer de las mías, el cómo me emocioné con lo que estábamos haciendo. Pero me cuesta.

Estuvimos en La Jolla, al norte de San Diego, y poco tengo que contar de este sitio. Las calles demasiado ordenadas y los setos bien cortados. Parece una escena sacada del Show de Truman. Al pasear por sus calles ves periódicos enfundados en plástico que esperan en las puertas a ser recogidos, algo que no ocurre. Porque todo es perfecto e inerte. Y eso… me pone nerviosa.

Vinimos a rodar el campeonato del mundo de surf adaptado donde ciegos, paralíticos y amputados luchaban como titanes por el título de campeón del mundo contra el agua y contra sus propios cuerpos.
Sus historias, su valor y el que no hubiese en el aire ni rastro de rivalidad te encogía el alma. La batalla que están librando está muy por encima de un título temporal, ellos lo saben y por eso todos se alegran por todos, incluso cuando las victorias supongan sus propias derrotas.

Inspirador.

Los conocí y me dejé llevar por los sentimientos. Bebí de emoción en los ojos orgullosos de padres, parejas e hijos y lloré al oír sus himnos en el podio. Admiré a esos semidioses que me hicieron ver que concluí y también vencí.

Esos días me escapé a San Diego y llevé conmigo a un ruso tímido y frío, el sonidista que nos acompañó en el rodaje que nos teme por latinos, ir en el coche con cuatro españoles riendo y cantando simplemente le hacía sudar. Fui a un festival inesperado y difícil de encontrar. Descubrí pelícanos surfeando las olas y la posibilidad de tiburones. Visité Encinitas con los compañeros, descubrimos artistas locales y abusamos del Jose´s. Conocí a gente nueva y descifré a la que ya conocía. Escuché e hice caso. Oí recomendaciones y las seguí, los seguí.

A pesar de La Jolla ser un escenario poco original y sin carácter pude exprimirla y vivirla, ahora me doy cuenta.

Pero lo que sí me sale escribir es a partir del último día de rodaje, cuando sale quien de verdad soy. Me da la impresión de que es ahí cuando me doy a conocer a mis compañeros.

Dejo atrás la Sara que se preocupa, que duda, que tiene inseguridades y miedos. La Sara que titubea y la que se siente mal por no poder conducir. Aparece la Sara que se arriesga y se va. La que se aleja y experimenta. La Sara que vive y a la que no le importa que así sea.
La que no puede reprimir las ganas de bañarse en el Pacífico, la que mira a la gente con otros ojos, la que se abre y abraza. La que pide favores y acepta regalos.

La Sara que se deja llevar a ciegas por la noche para agazaparse en la arena, en una esquina en silencio e inmóvil y respirar a dos metros de cientos de focas.

La Sara que no tiene frío en este invierno en California

La que se demuestra a sí misma que podía hacer el trabajo y mantenerse fiel a su naturaleza. La que explora, sabe y puede, aunque tuviese todo en contra.

Por lo que lo mejor de la primera mitad de este viaje fue sin duda ver cómo caían uno a uno mis miedos y a partir de ahí empezar a caminar en libertad.

De nuevo esa Sara.

Otra vez.

SARA HORTA. Los Ángeles, 7-12-17

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