Road trip al Algarve

Días 01, 02 y 03: Los primeros tres días de road trip

Cuando salí de casa con la mochila a cuestas sabía que no habría aventura pero quería sentir que en un mundo que se cierra todavía queda algún lugar donde esconderme.

Tras el tercer día en carretera me doy cuenta de lo tan cuesta arriba que se me está haciendo el viaje.

No entiendo el por qué. 

Descubrí el precioso pueblo de Porto Covo, pasé horas al sol y agua salada, vi atardeceres sobre acantilados, callejeé por Lagos y Faro. Comí bien, descansé poco y hablé en inglés. Deduje miradas cómplices y me siento viva al entrenar de nuevo el arte de no estar cómoda en ninguna parte. 

También voy en coche (sintiéndome más libre que nunca), hablo por primera vez un idioma local, es un destino fácil… pero en la terraza de esa tercera noche me doy cuenta de por qué lo fácil se me hace tan difícil: el coronavirus.

Una vez más el contexto.
Este puto contexto.

Sé que no estoy viviendo como debería. Me camuflo con miedo tras una máscara al sentir que invado a quienes estan en mejor situación que España. No quiero tocar nada, no quiero vivir nada, por veces hasta no quiero ni que me miren, creyendo que también así podría contagiarlos esta española apestada.

Aún así intento (con esta pasividad que me mata) aferrarme a esa pequeña felicidad de no saber dónde haré noche, el estar permanentemente fuera de la zona de confort, el itinerar día a día de hostel en hostel, a veces compartiendo cuarto, a veces sola, a veces segura, a veces de forma incierta.

Y noto la ausencia de vida en las calles, calles preparadas para una alegría que ahora no existe y ser consciente de eso me pasa factura.

Me asfixio de pena.

Esta puta situación lo ha cambiado todo. Siento que debo moverme rápido y desaparecer. Apenas hablar con nadie, no apoyar mis cosas en ningun sitio durante demasiado tiempo.

Pero estando en esta terraza de Faro me doy cuenta de que no a más que me mueva cambiaré nada. Así que tomo la firme decisión de ir al lugar que me hizo decidirme por este viaje y allí obligarme a no hacer nada (el plan original) e intentar descubrir si soy capaz de cansarme de la playa (algo que creo totalmente imposible).

Así que fiel a una primera intuición me voy a una isla (siempre es una isla) a no explorar más.

Volveré a hacerlo sólo cuando sea algo feliz, y no mientras haya que mirar dos veces dónde sentarse, qué tocar y con quién relacionarse.

Porque duele querer escapar y a la vez darme cuenta de que ahora es el mundo quien escapa de mi.

Sara Horta. 17-07-2020

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