Día 12 y 13: Nungwi y Kendwa
Ayer 14 fue mi cumpleaños, un hermoso cumpleaños en este lugar remoto que celebré durante dos días. Un fin de semana lejos, desconectada del mundo por segundo año consecutivo. Me acuerdo de Brasil, esa noche y esa historia que algún día debiese ser contada…
Este cumpleaños lo pasé sumergida en mi elemento, en el medio del mar, navegando en un barco que me aleja todavía más de la realidad, y cuya ingravidez me hace tan feliz. Nos entrometimos entre corales y peces tropicales, nadamos con tortugas (gracias Jairo! Por esa experiencia que no olvidaré jamás), comimos en dos playas remotas y cambiamos de planes.
Hoy decidimos mudarnos de Nungwi a Kendwa, a pesar de que ya nos estábamos familiarizando con la gente y el funcionamiento de ese lugar, el cual posiblemente sea el más extraño y surrealista del planeta. Yo por lo menos tardaré en volver a encontrar algo parecido. Inventábamos historias sobre la vida paralela que creíamos que llevaban cada uno de esos personajes que desfilaban delante nuestra, estando segura que por muy disparatadas que sonasen, seguro que en alguna acertamos.
Nos queda la sensación de quizás no haberle dado a Nungwi el tiempo que necesitaba para hacerme sentir en casa, pero el reloj corre, el avión de vuelta nos espera así que decidimos no esperar y darnos un día de falso lujo que al parecer sí podemos permitirnos.
Así que aquí estoy sentada en la arena de un nuevo lugar, al fin desarmada, más morena y con las pilas cargadas después de las experiencias vividas y de recibir vuestras muestras de cariño.
Estoy mirando el atardecer, el cuarto, viendo como se pone el sol, perezoso y mágico al completar una vuelta más que no cesa de girar. Y así de incontrolable me parece mágico que todavía exista algo que se escape a nuestro control, que se escape a la posibilidad de ser encargado o comprado.
Me siento, me pongo los cascos, la música muy alta y no pestañeo observando esa huida veloz, más rápida por estar tan próxima al ecuador, de un sol rojizo en un continuo movimiento; ese sol sobre el que la tierra ha girado 30 veces para que llegara hasta aquí, a esta costa de Zanzíbar poniendo distancia y perspectiva a esa vida que me recibirá con los 30 años.
Los abrazo, con cariño, como quien abraza un concepto abstracto, sabiendo que no duele la cifra, lo único que duelen son las expectativas, lo que la gente o tú misma te marcas para cada etapa de la vida.
Mi único deseo para este año es intentar profesar esta religión propia, intentar controlar las expectativas, creyendo que es el camino más rápido hacia la felicidad, felicidad que a veces me parece estar tocando.
Me lo dijo un día un amigo, igual lo estás leyendo y no sabes que es tuyo, pero me dijiste una frase parecida:
Anda ve, deja que te sorprenda, es hermosa!
Hablabas de un lugar, pero desde ese día lo aplico a la vida.
Dejaré que la vida me sorprenda! Es hermosa!
Y lo digo desde un paraíso en la tierra, sintiendo el cariño de los más cercanos y disfrutando de mi treintena con un amigo que es más hermano que compañero.
GRACIAS familia y amigos, sois cómplices de ese espejismo que creo tocar a veces con los dedos.
Fin de mi cumpleaños
O no…
SARA HORTA. Kendwa, 15-05-16
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